TRAYECTO
DE LA LÍNEA DE AUTOBÚS CASETAS-ZARAGOZA.
Un día cualquiera entre semana.
18:15 H.
Tres Lolitas en la parte trasera
del vehículo, al final del pasillo. Todas monas, sexys, cool & fashion. Las mejores amigas de Paris Hilton en una noche
de verbena de pueblo.
-
¡Hala, tía! Con lo que bueno que está el Jose. Como no
te enrolles con él antes del finde, le voy a entrar a saco.
-
Que te lo has creído, maja. ¡Ojito con lo que le dices
por el Tuenti!
-
Mira que dais pena las dos, ¿eh? Con los bombones que
hay en su peña y os tiráis de los pelos por ese mindundi. Yo, como este
finde me lié con Fran …
-
¡Serás guarra! ¿Cómo nos vamos a enterar, si llevas cinco
días sin actualizar tu perfil?
-
¿Y os fuisteis por ahí con su coche?
-
¡Aaaahhh!
- ¡Hala, qué cerda! Al menos se pondría el condón, ¿no?
Después del susto que te diste después de ese polvo loco con David…
-
Pero, ¿estáis tontas o qué? Yo no hago lo que hacen otras
zorras por ahí.
-
Eso no lo dirás por mí, ¿verdad? Lo que te hayan
contado de aquello…
- ¡Ey, chicas! No miréis ahora y disimulad. Creo que el
viejo de allí delante no hace más que mirarnos.
-
Ahí va, pues sí. Seguro que es un viejo verde. ¿Esa de
al lado no es su mujer?
-
No estoy segura… Ostia, es que no deja de mirar, ¿eh?
¡Qué disimulado!
-
Esperad, que se me está ocurriendo una…
-
Miedo nos das, tía. Con lo basta que eres tú…
-
¿Qué vas a hacer?
-
Mirad bien, niñatas…
Dos tipos duros. Viajando de pie,
apoyados en un lateral del autobús. Pelo al cero. Cazadoras de aviador salpicadas
de parches políticamente incorrectos. Botas militares ostentosas. Nerviosos
como dos perros dispuestos a una riña.
-
¿Qué hicisteis la otra noche después de que me marchara?
-
¡Pssé! No tardamos mucho en pirarnos también. El Charly
llevaba una mierda que lo flipas. Con la tontería, íbamos buenos todos.
-
El concierto, de puta madre, ¿verdad? Ya os dije que la
hermandad de Madrid se lo curra bien.
- Como la que liamos el año pasado en aquella nave… Esos
tienen mucho que aprender todavía. Ostia, calla, ¿sabes la que montó el Charly
cuando nos fuimos?
-
¡Je, je, je! Cualquier cosa. Desde que le dejó la
novia, se ha quedado muy jodido de la cabeza. Se echa cuatro birras y ya la lía
parda.
-
Jodo, pues no veas esta. De camino a casa le dio por
cebarse con los retrovisores de todos los coches de León XIII.
-
Pero si eso lo hacen los críos. Menudo bajonazo ha
pegao...
-
Espera, espera. Que un pavo que pasaba por allí, va y
le llama la atención y entonces el Charly se cruza la acera y le suelta un par
de ostias bien dadas.
-
¡Jo, jo, jo! ¡Ese es mi Carlitos! Como en los viejos
tiempos.
-
¡Joder, macho, no te pases con tus toquecitos en el
hombro, que ya no tenemos veinte años!
-
¡Baaahhh! No me seas mierdas. Venga, sigue, ¿qué hizo
pues el pavo?
-
Pues que era un puto moro que iba por ahí con su churri
española.
- ¡Será cabrón el moromierda! Ya tienen huevos hasta de mezclarse
con nosotros, como les consienten todo… El Charly le metería la del pulpo, ¿no?
-
¡Buah, no veas! La tía con la que iba se puso histérica
y la Patri se le tiró al cuello.
- ¡Anda, la Patri! Menuda era hace unos años. Seguro que
le arrancaría buena mata de pelos a esa zorra, por comerse la boca con el moro.
-
¡Ya te digo! Bueno, pues cuando ya teníamos al Mojamé
tirado en el suelo pidiendo perdón…
….
-
¿Se puede saber a quién estás mirando, Enrique?
-
¿Yo? ¿Qué voy a mirar?
-
Anda, deja que me asome…
-
Pero si no miro a nadie, mujer. ¡Madre mía, qué confusa
eres!
-
Como si no nos conociéramos… ¡Pero bueno! ¡Qué poca vergüenza!
¡Si está levantándose la falda y enseñándolo todo! ¡Y tú sin perder detalle,
pedazo de guarro!
-
¡Calla de una vez, vieja chocha! Si la envidia fuera
tiña, ¡cuántas tiñosas habría!
….
Mujer de cincuenta y tantos, casi
sesenta. Abrigo de piel natural y manos enlujadas de caprichos dorados con
pedrerías. Olor a naftalina y perfume de vainilla. Pelo canoso y grasiento,
recogido en coleta. Maquillaje exagerado de artista de cabaret o veterana de la
calle venida a menos. Su mirada húmeda de iris celestes se pierde tras la
ventana en los fogonazos de vehículos y edificios. El vaho que deja en el frío
cristal delata las ardientes pasiones que avivan sus recuerdos.
“Estoy harta de estas tardes de
bingo. Y de las mañanas del café y los churros, del chismorreo y de marujear.
Porque eso soy yo, una triste Maruja. Soltera y sin compromiso. Me quedé para
vestir santos, como diría mamá. No trabajo porque no sé cómo se hace. Mis
padres me lo daban todo y ahora que ya no están, me conformo con vivir de sus
rentas. Un piso aquí, un ático allá y yo viviendo sola en un chalet. ¿Para qué
tanto si no tengo a nadie con quién compartirlo? Tal vez busqué demasiado al
hombre perfecto, al gentleman imposible. Mis amigas creen que tendría que
lanzarme más y con cualquiera, sin importar la edad. ¡Qué ordinariez! Como si
aún fuera una cría. Si hubiera vestido en mi juventud como esas jovencitas de
allá al fondo y no con el uniforme riguroso del internado, otro gallo cantaría…
¡Ja! Yo de ligerita y promiscua. Me ve así mi padre y me ordena a monja de
inmediato. Ay, cuántas monjas tuvieron que abortar… Pero, ¡qué digo! Si es que
me pierdo enseguida cuando me acuerdo de aquello. De él, de aquel viaje a la
Capadocia, ¡inolvidable! Me obsesioné con aquel libro de Gala, “La Pasión Turca”
y a Turquía me fui, sola e ilusionada. Si estas supieran… Ay, Hamid; tan amable
y simpático en sociedad como salvaje e impetuoso en la jaima. Se llevó todo mi
dinero pero me robó más el corazón. Si pudiera otra vez, Hamid…”
….
-
¡No jodas! Ostia, qué hecho polvo está el tío…
-
Eh, Marcos, le tenías que haber visto sacándose la
chorra y meándosele encima al moro.
-
Hay que darle un premio a ese cabronazo, ¡qué fiera!
Oye, ¿no os vería nadie, verdad?
-
Joder, ¡si hasta nos animaban unos chavales desde la
otra acera!
- Ostia… Qué envidia, tío. Y yo que siempre que he ido a
liarla me han pillado con las manos en la masa…
-
Si no te hubieras ido tan pronto… Pero tranquilo, que
como esas ya vendrán muchas. ¿No ves que cada día hay más extranjeros en este
país? Es la invasión silenciosa, tío. Menos mal que todavía quedan héroes como
nosotros.
- Me has puesto los dientes largos, Toni. Este sábado,
como vaya todo ciego, al primer morucho, panchito o negro de mierda que me
encuentre, ¡lo voy a reventar!
….
Un tremendo
frenazo. Todos los pasajeros son impulsados de manera brusca hacia delante. Los
que viajan de pie se agarran por instinto a donde buenamente pueden. Al final,
todo ha quedado en un susto y en cuatro improperios hacia el conductor. Cuando
los ánimos se calman un poco, las puertas delanteras del autobús se abren y un joven
de rasgos árabes sube al autobús.
-
¡Mecagüen la madre que te parió!
-
Casi nos manda a tomar por culo, el inútil este.
-
Hay que ser gilipollas para saltarse la parada. Encima…
¡No me jodas!
-
¡Lo que faltaba! Casi nos matamos por recoger a este
mierdas.
-
Míralo, va de Cristiano Ronaldo, el hijoputa.
-
Oye, Toni, ¿te parece que si se baja cerca de nuestra
parada…?
-
Joder, Marcos. Sí que te ha dado fuerte.
-
Bueno, lo seguimos y a ver qué pasa.
-
No me jodas, que luego he quedado con la Patri, a ver
si la vamos a liar…
- ¡Vale pues, lo dejamos! Pero como me lo encuentre el
sábado por ahí… Espera, ¿con la Patri, has dicho? ¡No jodas que al final te la
has calzado, so cabrón! ¡Cuenta, cuenta!
….
-
¡Hala, casi salimos hacia delante!
- ¡Justo cuando me
pillaba la vieja!
-
¡Jajaja! Eres la puta jefa, tía.
-
Seguro que el abuelo se ha puesto palote perdido.
-
¡Jajajajjaja!
-
Ey, ¿estáis viendo a ese tío?
-
¿Es gitano o moro?
-
Igual es portugués. Es clavadito al Cristiano ese.
-
No sé pero está que te cagas…
-
Mmmm… ¿A que me levanto la falda otra vez?
-
¡Qué dices! Para, que viene hacia aquí.
-
Dejad el hueco libre para que se siente a nuestro lado.
¡Correos, joder!
-
Eso es lo que te gustaría, ¿eh, perra? ¿A que me vuelvo
a levantar la falda?
-
¡No! Estate quieta… ¡No!
-
¡Mierda! Ya se ha sentado allí. A este no se las tenías
que enseñar, cacho guarra.
- Y qué esperabais, ¿eh? ¿Qué viniera aquí a calentaros a
las dos? No le habéis visto bien… Que no os vea yo nunca tontear con uno de
esos, ¿me oís?
….
“¡Menudo susto! Casi me como el
cogote del viejo de delante. Lo que le faltaba después del rapapolvo que le ha
echado su mujer. Es que todos los hombres son iguales, en fin… ¡Anda! ¿De
dónde ha salido este yogurín? Ven, guapo, que te quito el bolso para
que te sientes a mi lado. Virgen Santa, no puede llevar más apretado ese
vaquero… ¡Contente, Amparo, contente! ¿Cómo es posible que esas hormonas
juveniles que creía perdidas hayan vuelto a aparecer de la nada? Como en
Turquía, con Hamid. ¿Se llamará este joven igual? ¿Estará tan bien dotado como
él? Eso es, mira hacia aquí, hermoso. Podríamos conversar, quedar a tomar algo, apagar este fuego que arde entre mis piernas. ¿No quieren mis amigas que sea
una fresca? ¿Qué más da? ¡Oh, no! No pases de largo. ¿Qué te he hecho yo? ¡Cobarde,
sucio ladrón! ¿Por qué me dejas sola de nuevo? Ay, Hamid…”
....
Afortunadamente, el conductor del
casetero le ha visto a tiempo y puede frenar. Ahmed corría casi sin resuello. No
debía perder ese autobús por nada del mundo. Ya había esperado demasiado.
El joven magrebí sube raudo al bus,
pasa la tarjeta de viaje por el detector y escruta el interior en busca de un
asiento doble disponible. Sólo algunos sueltos. Mira al fondo y cree ver a una
chica levantarse la falda y reirse. Avergonzado, desvía la mirada a su derecha.
Unas manos nervudas y llenas de anillos le apartan un bolso del asiento. La
mujer le sonríe de forma extraña y puede ver sus dientes sucios y estropeados. Justo
delante se levanta de súbito una pareja de ancianos que no dejan de discutir. Bendita
fortuna que salva de la incomodidad. Ahmed se sienta justo al lado de la
ventana. Está fría y se forma lentamente un pequeño círculo de vaho con su
respiración acelerada. Ideal para dibujar un corazón, piensa el chico.
Muchos nervios hasta pasar las
dos paradas siguientes. En la tercera la busca impaciente a través del cristal.
Aquí debería estar ella. Hay mucha gente en la parada y están subiendo
apretados. ¿Habrá llegado a tiempo? Enseguida va pasando a su lado el gentío,
casi rozándole. Varias personas quieren usurpar el asiento que ha reservado para
ella y él les rechaza educadamente mientras levanta ansioso la cabeza hacia las
puertas. Es casi al final cuando ve asomar su hiyab blanco entre el gentío. Respira aliviado. Ella llega hasta él
esquivando al resto del pasaje.
(Diálogo entre susurros,
traducido del árabe):
-
¡Fátima! Pensé que no vendrías.
-
¿Cómo no voy a venir, mi amor?
-
¡Sonríes! ¿Es por algo en especial que quieras decirme?
-
Bueno…
-
Dime que es cierto lo que estoy pensando.
-
Puede…
-
¡Genial! ¡Alabado sea! Por fin han cedido.
- Bueno, lo mío me ha costado, pero ha hecho mucho que
les conocieras el otro día. Y que fueras musulmán, claro.
- ¿Y eso que tiene ver ahora?
- Ay, si te contara las historias de mi hermana con chicos
españoles… Que Alá la bendiga.
- Bueno, déjalo. ¿Y entonces, te va a dejar tu primo las
llaves?
- Sí, todo el fin de semana. Papá y mamá se
piensan que estamos estudiando en casa de Zahara.
- ¡Qué bien suena eso! Y… ¿estás segura?
- ¿Segura de qué?
-
De… bueno, de eso.
-
Claro, tonto. No quiero hacerlo por primera vez con
ningún otro hombre que no seas tú.
-
Qué guapa estás. Dame un beso, princesa…
-
¡No, para! Aquí no.
-
¿Por qué? ¿Qué pasa?
-
No sé… Desde que he subido, tengo la extraña sensación
de que todo el mundo nos mira.
D.R.G.
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