Reseña de CARNE DE MI CARNE, de José María Tamparillas.
Por David Rozas Genzor.
“El mal está ahí, agazapado y al acecho, camuflado en lo habitual, en lo cotidiano, en lo insignificante…, en la desmemoria y el recuerdo; es un elemento que, a pesar de no poseer una envoltura física, no tiene nada de abstracto: es una entidad inteligente, atemporal, con un objeto preciso, que no atiende a reglas y que se rehace a sí mismo constantemente”.
Partiendo de todas estas premisas que hablan del Mal como un ser intangible y omnipotente, en mayúscula, negrita y subrayado, Tamparillas ha construido una serie de historias en las cuales las vidas de sus protagonistas cambian drásticamente cuando un hecho inesperado y sobrecogedor hace su aparición en ellas. El Mal surge de la nada, del lugar, persona, animal u objeto menos esperado y ataca sin descanso y sin piedad al desafortunado que se cruza irremediablemente en su camino.
Con una prosa muy cuidada y un inconfundible estilo, Tamparillas nos regala estas seis historias tan potentes, originales y sobrecogedoras que atrapan al lector increscendo desde la primera hasta la última. En su primer libro en solitario se destapa como un creador de fantasías inagotable, capaz de sorprendernos y cautivarnos a la vez gracias una gramática y sintaxis capaces de narrar el Mal como nunca antes nos lo habían contado; en palabras de David Jasso, “una fiera de garras afiladas que podría escapar de su prisión sin esfuerzo y venir a nosotros para masticar lentamente nuestra alma”.
De las seis historias que conforman este libro, me quedo con tres personalmente muy significativas y originales: “Carne de mi carne”, “Mientras llueve en la ciudad” (de la cual hice mi propio spin-off) y “La necesidad del dolor”; esta última cierra con maestría la obra y nos asegura que el gran Tamparillas volverá con mucho más de su talento para seguir haciéndonos pasar unos buenos ratos (o malos, según se mire).
D.R.G.
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