jueves, 17 de noviembre de 2011

EXPERIMENTO SOFIA

Hola, amigos! Al hilo del primer relato que publiqué, os dejo ahora este otro con el que espero que también disfrutéis. Espero vuestros comentarios. ¡Hasta pronto!



EXPERIMENTO SOFÍA

El redil estaba extrañamente en calma. El doctor Enríquez paseaba tranquilo sobre las celdas con su máscara y su traje amarillo de protección biológica, sin observar las reacciones violentas de los sujetos cuando él hacía su habitual acto de presencia.
- ¿Qué os pasa hoy? – gritó sorprendido - ¡Vamos, quiero un poco de alegría aquí dentro!
El doctor se colocó frente a un panel de control y accionó un botón verde. A continuación, por los altavoces situados sobre cada esquina del redil comenzó a sonar las cuatro estaciones de Vivaldi. En ese momento, cada sujeto encerrado en su cubículo empezó a moverse. La gran mayoría comenzaron a gritar y a golpear furiosos con sus puños las puertas y paredes de sus estrechas celdas. Sólo una de ellas pareció quedar en silencio. El doctor Enríquez sonrió y se acercó al panel informativo que se encontraba sobre ese maloliente cubículo. En él rezaba:
“Sujeto nº 5. SOFÍA. Última sesión: 28-03-2024. 12:35 horas.”

- Muy bien, Sofía, vamos a empezar la sesión de hoy. – anunció Enríquez una vez se encontraba solo con ella en su laboratorio. Había sido muy fácil sacarla de su celda y llevarla hasta allí en la silla de inmovilización. Esa vez, Sofía se había dejado hacer dócilmente, sin gruñidos ni aspavientos.
- Parece que tienes mejor aspecto que la semana pasada; color de piel más rosado, hundimiento de las cuencas oculares casi corregido, disminución de erupciones cutáneas y de la necrosis en las venas… Espera un poco. - El doctor recorrió apremiado el pasillo de aquella sala de experimentos improvisada en la bodega de su casa, dejando a sus lados armarios frigoríficos con cientos de muestras biológicas, mesas repletas de viejos microscopios, y libros y folios con apuntes ininteligibles. Llegó hasta una mesa de metal, cogió de ella un instrumento diminuto con forma de linterna y volvió de nuevo junto a la muchacha.
- Mira a la luz, eso es… ¡Vaya! Tus pupilas se dilatan un 36 % mejor que la vez anterior. ¡Vas a conseguir que se me ponga dura, cariño! Para rizar el rizo, sólo faltaría que lograras articular bien alguna palabra, en vez de tanto gemir y balbucear. Bien… ahora voy a quitarte el bozal. Eso es… buena chica. Ey, ¿qué coño estás mirando? … Joder, al final vas a conseguir que me sonroje... Hacía muchísimo tiempo que no me miraba una mujer así, con ese brillo en los ojos… Definitivamente, creo que esta nueva versión del retroviral está haciendo grandes progresos contigo, Sofía. - Será mejor que no me emocione demasiado... – pensó Enríquez tras la inspección superficial previa. - Su seguimiento me dice que es la única de los nueve especímenes que parece reaccionar de forma positiva a la cura experimental, pero aún así, no conviene lanzar cohetes.
- Sofía, voy a acercar tu silla a la mesa sin quitarte de momento las correas, por si acaso. Ya sabes lo que le sucede a las chicas malas que agarran y muerden, ¿verdad? Sería una pena tener que usar otra vez las corrientes. Me duele ver cómo te retuerces de dolor. Los demás se vuelven histéricos y violentos al escuchar tus gritos, y no me apetecería tener que volver a reparar los daños que hicieran en sus celdas, ni tampoco tener que exterminar a alguno de ellos a estas alturas. – El doctor se acercó hasta una taquilla cercana y se quitó el traje biológico y la máscara, los colgó dentro de ella, y después sacó una bata blanca y unos guantes largos de látex. – Sigues apestando a carroña, ¿eh, nena? Debería haberte dado un buen manguerazo antes, pero hoy vamos mal de tiempo. – dijo mientras se colocaba las nuevas prendas. - En fin, al menos espero que esta vez me pongas las cosas fáciles. Si te esfuerzas y haces bien tus tareas, tendrás ración extra de vísceras calientes. Ya sé que no dejas de mirar el arcón del fondo… Allí te tengo guardado un corazón enorme y jugoso, así que no desaproveches la ocasión.
Enríquez acercó a la mesa una pequeña caja y la volcó, dejando caer de su interior varias piezas de madera de colores.
-         Comencemos… Aquí delante tienes el mismo puzzle que dejaste sin completar en la sesión anterior. Como puedes ver, me he permitido la molestia de desmontarlo para que empieces de nuevo. Pero antes voy a soltarte la correa de la muñeca derecha, ¿de acuerdo?… Es curioso, hoy tampoco estás muy habladora, ¿eh? ¿Acaso te has comido la lengua? ¡Venga, coge una pieza! ¿Se puede saber qué te pasa? ¡No me jodas! ¿Estás sonriendo? - Debe ser un espasmo muscular, a veces es una reacción típica del retroviral. Eso explicaría porque hoy apenas ha abierto la boca…- Ya le coloco yo la primera pieza, señora marquesa… Usted no se moleste, ¿eh? Vamos, maldita sea, ya has hecho esto otras veces, ¿por qué hoy me tienes que tocar tanto los cojones? – De repente, Sofía soltó un manotazo inesperado sobre las piezas, que acabaron estrelladas contra el suelo. Por un instante, el doctor parecía no reaccionar. – Pero, ¡serás zorra! ¿Por qué lo has hecho? - Otra vez el espasmo… - ¿Te estás riendo en serio de mí? ¡Está bien, tú lo has querido!
Enojado, echó a correr hacia una mesita con ruedas en la que descansaba una antigua batería de camión, y agarró unas pinzas metálicas con cables que había sobre ella. - Ahora veremos si estos 220 voltios también te parecen divertidos…

-         Nnnnn

-         ¿Qué…?

-         Nnnn… nooo.

-         ¡Qué cojones…! No puede ser lo que estoy oyendo… ¡Acabas de hablar, Sofía! ¡Ja! ¡Es un milagro! Te besaría en los morros si supiera que no los iba a perder.
Botando y dando saltos alrededor de la muchacha, Enríquez parecía estar fuera de sí.
- ¡Ahora entiendo que no quisieras hacer el jodido puzzle! ¡Qué alegría me acabas de dar, hija de puta! Tenía esa intuición contigo… - El doctor concluyó su ridículo baile dispuesto al otro lado de la mesa, frente a Sofía. - A ver, repite lo que yo te diga ahora, ¿vale? Si me has entendido, asiente con la cabeza. Vamos… ¡No me hagas perder el tiempo! ¿Quieres que te ponga las pinzas? ¡Mueve la cabeza, coño! ¡Así! Muy bien, eres muy lista, ¡vaya si lo eres! Bien, repite la palabra “puerta”. Pu-er-ta. Vamos, sé que puedes hacerlo, pequeña.

-         Puuu…

-         ¡Eso es! Puuuu… eeerrr…. Taaa.

-         Puuu…deee…

-         ¡No! Errrr… taaa.

-         Puu…deee… teee.

-         ¿Cómo? ¡No, no! ¡Es puerta! No “púdete”… Un momento, repite eso que has dicho.

-         Pú-dree-teee.

-         ¡Sofía, no juegues conmigo! ¡Haz el favor de no reírte más! … ¡Para ya, joder! Ya me he cansado… ¡Ahora sí que te vas a enterar! - Iracundo y preso de una extraña psicosis, el doctor Enríquez se lanzó a por ella y la agarró con fuerza del brazo derecho para volver a ponerle la correa. - ¡Déjalo quieto! Qué fuerza tienes, puñetera… – Una vez inmovilizada, le rasgó con furia la blusa mugrienta que le cubría el torso, dejando al aire unos pechos fláccidos y macilentos, salpicados de pequeñas venas azules. - Y ahora, una de máximo voltaje en los pezones, amiguita. – proclamó seguido, mientras acercaba las pinzas a la muchacha. Las aureolas ennegrecidas de sus senos quedaron cercenadas por la brutal presión antes de que el doctor accionara el botón de encendido de la batería. - ¡Oh, pobrecilla! No chilles tanto, por favor, que vas a partirme el corazón… - ¡Huele a carne quemada! - Tranquila, cariño, ya es suficiente. Seguro que ya has decidido ser buena, ¿a qué sí?
Enríquez desconectó rápidamente la batería y soltó las pinzas de los senos, ignorando tanto los surcos de piel carbonizada, como el rictus de Sofía. Acto seguido, se acercó a uno de los armarios frigoríficos, lo abrió, y extrajo de él una jeringuilla cargada de un líquido verde.
-         Me voy a encargar de que a partir de ahora no te hagas tanto la lista. Visto lo visto, te inyectaré una dosis más alta del retroviral. En la nuca, como las últimas veces. A ver si un día de estos te corto este pelo sucio de estropajo que tienes… Bueno, ya está. Con el chute de hoy, para la semana que viene tendrías que decir casi de memoria la tabla entera de multiplicar.

-         Caaa… brrroo…

-         ¡Joder! Cada instante que pasa pareces más mujer… ¡Je!, quiero decir, humana. Si todo esto es por tu bien, querida. Anda, toma tu bozal. He decidido que hoy te quedas castigada sin comer, así aprenderás.

-         ¡Nooo!

Acabó la sesión con Sofía y Enríquez volvió a colocarse la máscara y el traje de protección antes de devolverla a su celda. Cuando se disponía a abandonar el laboratorio, empujando la silla de la muchacha, y recorrer el largo pasillo que le llevaría hasta el redil, Sofía dejó caer la cabeza relajada sobre sus hombros...



CONTINUARÁ...

1 comentario:

  1. com que continuará....mássssssssssssssssssssssss...quiero másssssssssssssssss

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